Cuando Samuel contactó conmigo para que apareciese en la revista Talento pretendía que hablásemos sobre la Disaster Party y el vídeo viral en el que explico el daño que me hizo el sistema educativo. Pero llevo sin dedicarme a lo primero 3 años y no me apetecía hablar de lo segundo. Le propuse centrarnos en mis nuevos proyectos, que no le interesan a nadie, (como la Disaster en realidad). Y aceptó. Pero tampoco voy a hablar sobre ellos, soy bien trol.
La Disaster era una fiesta universitaria que organizaba y que tuvo bastante éxito. Aguanté 3 o 4 años, y lo dejé. También hacía cortos, dibujaba grabados, daba charlas, y media docena de cosas más. Todo iba bien: las fiestas se llenaban, los cortos ganaban premios, los grabados se exponían, me llamaban para charlas… Pero tengo todo ello medio aparcado tras uno o dos años en cada cosa. La gente que me quiere me echa la peta por pasar de cosas que se me dan bien. Pero yo quiero hacerlas mientras me apetezca, no cuando ya no. Me voy conociendo y creo que es tan simple como que me aburro de las cosas, y necesito cambiar. Así que cambio.
Cada año hago una cosa diferente
Ahora mismo por ejemplo, entre otras cosas, estoy creando un juego de mesa, una serie de dibujos animados y escribiendo un libro (o un guión, no lo tengo claro aún). Además estoy a tope con ello, no pienso en nada más. Madrugo para continuarlo, atrapado por esa maravillosa ilusión que quita hasta el sueño. Siempre que me da por algo me da fuerte. Pero cuando acabe, lo más probable es que me apetezca dedicar mi vida a algo totalmente diferente.
También he intentado trabajar por cuenta ajena y estudiar varias carreras y grados superiores. Siempre los dejo a medias. Éste año, por ejemplo, uno de escultura.
Así que para algunos soy “el chico del vídeo del sistema educativo”, para otros “el de la Disaster”, y hasta hay quien se quedó en cuando hacía vídeos en mi pueblo con 16 años. Y me gritan por la calle: “¡Ese Alconero! ¡Grande Elgo!”. Supongo que es normal, porque todos se han perdido capítulos,
pero es horrible. La gente creé que soy una persona de la que ni me acuerdo.
El problema de hacer cosas, es que las cosas te persiguen externa e internamente, he querido no hacer cosas muchas veces. Buscarme un trabajo normal, coche, pareja, grupo de amigos… Dedicar mi tiempo libre al ocio, dormir a pierna suelta y centrarme en ser feliz. Para mí ser feliz es pedalear en buena compañía hasta una playa salvaje y sin gente, con el viento fresco en la cara y el calor del sol en la espalda, tumbarme y mirar a las nubes sin mas preocupaciones que su lento desplazamiento.
Eso es la felicidad. Super sencillo, ¿Verdad que sí? y aún así no puedo alcanzarla.
A los 2 minutos de estar mirando a las nubes mi cabeza empezaría a pensar en hacer algo grande, algo que cambie algo. Odio eso de mí, pero no puedo hacer nada, es lo que soy, supongo que hay gente que no está hecha para mirar a las nubes.
Cuando en vez de mirar nubes haces cosas, emprendes caminos y cuando esos caminos acaban llegando a algún lado, creas monstruos, y cuando creas un monstruo parece que tienes la obligación de alimentarlo. Yo siempre dejo de alimentar a mis monstruos cuando me aburro de ellos, pero a veces tardan en morir y quedan atrás rugiendo y persiguiéndote por las noches. Solo espero que los monstruos que dejé atrás mueran pronto y su carne putrefacta sea roída por los gusanos hasta que quede solo un esqueleto blanco al que no me atormente mirar.
Y en absoluto me arrepiento de mis monstruos, no es eso. Es solo que siento que hay que dejar morir a las pasiones cuando ya no son pasiones. La Disaster, por ejemplo, fue una maravillosa época de mi vida, muy especial y autentica, perfecta para los 20. ¿Pero cómo iba a seguir montando fiestas cuando hace años que ya no salgo ni me llama la fiesta?. Cambié de etapa vital, como es natural y fui consecuente, dejé de dedicarme a lo que ya no me llamaba y me dediqué a lo que me empezaba a llamar. Antes dudaba más, alguna de ellas tiene que estar equivocada por narices si cambias tanto de dirección, pensaba. Pero ahora creo que no hay una única dirección correcta, si no que va cambiando. Tal vez, para algunas personas la dirección correcta sea ir cambiando de dirección siguiendo sus apetencias y pasiones, si eso es así, siempre he ido en una dirección vital más o menos adecuada, menos en una cosa.
Y es que supongo que en otra época de mi vida que me llamasen para escribir sobre mí y mis proyectos en una revista llamada “Talento” me habría gustado, pero ya no. Me refiero a que, en éste momento de mi vida me apetece hablar de todo lo que no sea yo (y creo que cada vez va a ir apeteciéndome más), porque empiezo a darme cuenta de que en absoluto son importantes ni meritorias mis cuatro mierdas, y me asquea el chute de vanidad que supone hablar sobre ellas. Solo quiero poder hacerlas, nada más, y ni eso, yo quisiera solo mirar a las nubes.
Le comenté a Samuel que intentaría contar mi historia sin caer en el típico egocentrismo autobiográfico de quién cuenta su historia, quería escribir saliéndome de megalomanías, aunque parezca incompatible cuando lo que te piden es que escribas sobre tu talento y emprendimiento. Hace tiempo que fantaseo mucho con firmar mis próximos proyectos bajo un pseudónimo, cerrar mis redes sociales y desmarcarme de este mundo de apariencias que se nos está yendo de las manos. Pero es complicado porque el tipo de proyectos a los que me dedico requieren en gran medida de moverlos. Supongo que es un proceso que requiere tiempo.