Todo el mundo tiene talento, es solo cuestión de moverse hasta descubrirlo

MAIXABEL

JUSTICIA RESTAURATIVA, DE LO MALO A LO NUEVO.

Aún estoy ahogada en lágrimas tras ver la película “Maixabel” hace escasos minutos, en la que una magistral Blanca Portillo se mete en la piel de Maixabel Lasa, la mujer que una mañana ya no cualquiera, perdió a su marido Juan Mari Jauregui al ser asesinado por la banda terrorista ETA.


Ver a Blanca Portillo y a Luis Tosar, que interpreta al terrorista Ibon Etxezarreta, en esa escena, uno a cada lado de la mesa, buscando ella respuestas a sus porqués , y él ofreciéndole un espacio íntimo de verdad y de perdón, no hubiera sido posible sin la figura de la mediadora, que en este caso facilita el acercamiento de viuda y de verdugo a través de un encuentro restaurativo, sin duda, beneficioso para ambos.


Y es que, quién decide someterse de manera voluntaria a un proceso como la mediación, tiene que estar abierto a ella. Por qué la mediación no va de aplicar castigos previstos en artículos técnicamente complejos desarrollados por jurisprudencia encorsetada, sino que la mediación habla de vida, y de sentimientos. De la vida de cada una de las personas que median, y de los sentimientos que los han llevado al espacio del nudo que ahora los atrapa.


Entre ellos el mediador, formado en técnicas avaladas y consolidadas, que se convierte en un experto “deshacedor de nudos”. Figura que acerca, que posibilita, que pone gafas donde antes había niebla para que las miradas sean nuevas, sean otras. 

 

Y para que el clavel blanco que Luis Tosar añade al ramo de claveles rojos que lleva junto a la viuda a la tumba de su víctima, represente “lo nuevo”, como él dice en esa escena en la que los dos se dirigen en el mismo coche hacia el monte donde se encuentran el arrepentimiento y la rabia, pero también la reconciliación, entre cientos de miradas atónitas.

Hablar de restauración de las víctimas también es ofrecerles la posibilidad de obtener respuestas, donde solo hay sinrazón, para que puedan encajar de una vez por todas esas piezas de un puzzle imaginario donde no hay lugar para el autor.


Sin duda, entre las distintas posibilidades que ofrece la mediación, la que más me ha llamado siempre la atención es la Mediación Penal. Por lo difícil, complicado y liberador que puede llegar a ser el proceso, y por lo incomprensible que resulta para la historia de la humanidad en general, donde conceptos como guillotina, hoguera, inyección letal, cadena perpetua, corredor de la muerte o prisión permanente revisable no han resultado o resultan extraños.


La Mediación Penal se enmarca dentro de la llamada “Justicia Restaurativa”, que implica la búsqueda de fórmulas más adaptadas a las necesidades personales de las partes implicadas, a través de un espacio donde se verbalizan las emociones y se satisfacen las necesidades personales de la víctima, pero al mismo tiempo también del infractor.

 

Consiste en la participación voluntaria del encausado por un delito y de la víctima o perjudicado en un proceso en el que participa un mediador ajeno a ambos, basado en la comunicación y el dialogo.

Se trata de afrontar las causas reales del conflicto procurando que la víctima se sienta protagonista del proceso y de su solución, asegurando en todo momento su protección a través de la reparación.


Por su parte, el infractor asume la responsabilidad de las consecuencias del delito cometido, superando así el viejo concepto de reinserción social, hacia el que siempre han estado enfocadas las penas de prisión, como si fueren la única vía posible que permite que de lo malo, salga lo “nuevo”. Y en definitiva, todo se vuelve más humano; también la justicia.


Felicidades por tu merecido Goya, Blanca. Y a ti Maixabel, por tu valentía, generosidad y tu capacidad de construir desde lo malo, lo nuevo.

Silvia García Arrué
ABOGADA
Licenciada en Derecho por la Universidad de Valencia y Abogada ejerciente del Ilustre Colegio de Abogados de Valencia.

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