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El consumo sostenible es necesario

SILVIA GARCÍA ARRUÉ

¿Qué es el consumo sostenible?

En la actualidad se viene constatando que existe una fuerte conexión entre el consumo sostenible y la necesidad de asegurar que se respeten los derechos humanos básicos, ya que la pobreza por un lado, y el deterioro ambiental del planeta por otro, se alimentan mutuamente y tienen un efecto dominó sobre los derechos humanos y el desarrollo de las generaciones venideras.
Es un modelo de consumo cada vez mas extendido y mas aceptado por la sociedad, cuyo concepto surgió inicialmente en el año 1987, en el seno de la Comisión Brundtland (Informe Nuestro Futuro Común), en el que se ponía de relieve las interrelaciones de las actividades humanas, su impacto sobre el planeta y la importancia, cada vez mayor de la crisis medioambiental.
La idea de consumo sostenible se refiere al conjunto de acciones que tratan de encontrar soluciones viables a los desequilibrios sociales y ambientales por medio de una conducta más responsable por parte de todos. En particular, el CS está relacionado con la producción y distribución, uso y eliminación de productos, y servicios y proporciona los medios para repensar acerca de sus ciclos de vida. El objetivo, es asegurar que se cubren las necesidades básicas de la comunidad global en su conjunto, se reducen los excesos y se evita el daño ambiental.

En definitiva, el consumo sostenible trata de:
1. satisfacer las necesidades humanas.
2. favorecer una buena calidad de vida por medio de estándares de vida dignos.
3. compartir los recursos entre ricos y pobres.
4. actuar tomando en cuenta las generaciones futuras.
5. considerar el impacto de los productos al consumirlos “huella ecológica”
6. minimizar el uso de los recursos, los residuos y la contaminación

¿por que es necesario?

Hablar de derechos humanos desde la perspectiva del consumo es hablar sin duda de conseguir la erradicación de la pobreza y la desigualdad a través de pequeñas acciones diarias de todos y cada uno de nosotros. También es hablar de proteger el planeta, frenar la deforestación o el calentamiento global. Y aunque parezca una idea romántica, y mas en los tiempos que corren, es hablar de un mundo mejor. Esto, que así dicho parece una utopía, es lo que trata de conseguir el consumo sostenible. De hecho, existen actualmente programas muy activos de Naciones Unidas encaminados a conseguir la implantación del consumo sostenible a nivel mundial.

Incluso se están fomentando programas desde N.U para fomentar la educación de los consumidores en el desarrollo sostenible, desde lo que se ha denominado la Decada de las Naciones Unidas de la Educación para el desarrollo sostenible (2005-2014) que como digo aboga por la formación en consumo sostenible en los centros de educación. Como vemos, actualmente existe un difundido consenso respecto a la urgencia de cambiar los patrones de consumo y de producción. Lograr un desarrollo sostenible requiere de significativos cambios en nuestras economías y de una profunda transformación en nuestra manera de vivir. Junto con los gobiernos y la industria, los consumidores somos evidentemente una fuerza fundamental en este cambio.

Lo creamos o no, tenemos poder.

Todos los días, en cualquier momento, de manera habitual y casi mecánica, consumimos. Tenemos poder. Lo creamos o no, tenemos poder, veamos por que. Vivimos en una sociedad de consumo en la que se ha convertido en una necesidad adquirir bienes o productos o utilizar servicios. La masiva publicidad y el sentido de la inmediatez, el quiero esto o aquello y lo quiero ya, son mecanismos que sirven a un modelo de consumo creciente y cada vez mas desmesurado y descontrolado. Se nos incita a comprar allá donde quiera que vayamos, la idea de que para ser felices hay que consumir mas, incluso por encima de nuestras posibilidades ha calado ampliamente en la sociedad. Se mide el nivel de vida en función de la capacidad de consumo.

El problema es que no siempre somos conscientes de lo que consumimos, o como lo consumimos, y ello, tiene importantes repercusiones en el entorno que nos rodea, mucho mas allá incluso, de lo que podemos imaginar. Cuando adquirimos un producto, se produce un “efecto mariposa”. Comprar una determinada marca de zapatillas, de ropa o de café significa cooperar con la explotación infantil en países como Pakistán, China o India. Países en los que se obliga a los niños a trabajar, en lugar de ir a la escuela. Allí han encontrado determinadas multinacionales un filón de mano de obra barata. Incluso algo tan habitual como es acudir a un supermercado a hacer la compra, genera también un efecto mariposa.

¿Cual?

Que estemos colaborando con las multinacionales que actualmente controlan la cadena alimentaria, en manos de unos pocos para beneficio también de unos pocos. Y con ello, alentamos el crecimiento de la hambruna que sufren muchos países del Sur, puesto que esas multinacionales están comprando suelo y privatizando la agricultura de la tierra y también han monopolizado la distribución de los alimentos lo que provoca que el acceso a la alimentación se restrinja en función de intereses económicos y que solo una parte de la población pueda alimentarse, mientras la otra parte ante la escasez de recursos alimentarios en manos de estas multinacionales se muere de hambre, que es lo que le ocurre a 1 de cada 7 personas en el mundo.

Los impactos de este modelo son muy negativos además porque buscan los beneficios en detrimento de la seguridad alimentaria.
Una practica de consumo sostenible en este sentido es comprar en el comercio local, en el mercado, porque se retribuye el precio equitativo del producto (la diferencia entre lo que se paga al agricultor y lo que se paga al distribuidor es mas del 500%), pero también evita abonar el sobrecoste de los alimentos generado por el transporte, que cada vez vienen de mas lejos, lo que además, servirá para reducir las emisiones de CO2 al planeta (Efecto mariposa).

Elegir lo que se compra es votar en el mercado, es decir, apoyar o rechazar determinadas prácticas corporativas. Elegir lo que se compra también implica enviar un mensaje a aquellos que toman decisiones en ámbitos gubernamentales y empresariales. Elegir es libertad. Es información. Es educación. Es responsabilidad. Es derecho.

Por ello, es de vital importancia que seamos conscientes de la responsabilidad que tenemos cuando consumimos, y de nuestra capacidad para cambiar el actual modelo económico, basado en la rentabilidad, la obtención de ingentes beneficios y la sobreexplotación de los recursos naturales. Por que tenemos poder. Elegimos.

Los consumidores tenemos derechos.

Podemos ejercerlos y obligar a los poderes públicos y a las empresas a que cambien de sistema.

Derecho a la satisfacción de necesidades básicas: tener acceso a bienes y servicios básicos esenciales; adecuados alimentos, ropa, vivienda, atención de salud, educación, servicios públicos, agua y saneamiento.
– Derecho a la seguridad: ser protegido/a contra productos, procesos de producción y servicios peligrosos para la salud o la vida.
– Derecho a ser informado/a: acceder a los datos necesarios para poder hacer elecciones informadas y ser protegido/a contra publicidad y etiquetados deshonestos o engañosos.
– Derecho a elegir: poder elegir entre un rango de productos y servicios, ofrecidos a precios competitivos con la garantía de seguridad y buena calidad.
– Derecho a ser escuchados/as: los intereses de los consumidores deben estar representados en la aplicación de políticas gubernamentales y en el desarrollo de productos y servicios.
– Derecho a la reparación: recibir resoluciones justas por demandas justas, incluyendo la compensación por bienes mal hechos o servicios insatisfactorios.
– Derecho a la educación como consumidores: adquirir conocimientos y habilidades necesarias para estar informados y hacer elecciones apropiadas sobre bienes y servicios y, al mismo tiempo, estar conscientes de los derechos y responsabilidades básicas de los consumidores y saber cómo actuar sobre ellos.
– Derecho a un ambiente saludable: vivir y trabajar en un ambiente que no amenace el bienestar de las generaciones presentes ni futuras.

Tenemos que conocer para decidir. En la medida que sepamos cuales son nuestros derechos sabremos cuales son las vías adecuadas para protegerlos ante los abusos del mercado. Ejercitando nuestros derechos contribuimos a participar de manera activa en la consecución de nuestros objetivos como consumidores; consumir con seguridad, de manera libre y respetando los derechos humanos y el medio ambiente. Promoveremos entonces, también en este caso, que el sistema de consumo actual sirva a nuestros legítimos intereses y no a la inversa.

Silvia García Arrué
ABOGADA
Licenciada en Derecho por la Universidad de Valencia y Abogada ejerciente del Ilustre Colegio de Abogados de Valencia.